Estar atento es estar concentrado en una sola cosa, en algo concreto, por ejemplo, en la respiración, en el fuego que arde en la chimenea, en la repetición de un mantra, etc. Se trata de mantener la atención en ese algo concreto. Eso supone, además, estar presente en aquello que ocurre en ese instante. Y justamente eso es practicar meditación.
Al meditar, desarrollamos nuestra capacidad de observación, de contemplación. En su teoría de la atención, Simone Weil decía que “la belleza es una fruta que se contempla sin alargar la mano”, pues consideraba la atención, la mejor de todas las virtudes. Una virtud que, para ser alcanzada, necesita de la práctica de la paciencia, la perseverancia, la ilusión y la concentración. La meditación debe ser intensa y prolongada, profunda y serena. Sin lucha; con una plena aceptación de lo que es y lo que hay.